Hay momentos en la vida en los que no vemos más allá de lo que queremos manteniéndonos en una situación de comodidad al no confrontar ideas u opiniones acerca de los problemas reales del mundo en que vivimos simplemente porque no nos gusta. Es más fácil vivir auto engañado creyendo que todo va bien aunque sepamos en el fondo que no es así.
El sufrimiento ajeno nos es indiferente, y lo peor, el sufrimiento propio también volviéndonos casi insensibles y autómatas perdiendo tanto la capacidad de indignación como la de asombro convirtiéndonos en seres cada vez más indiferentes.
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